Se sitúa a mitad de camino entre Jerez de los Caballeros y Badajoz, en el borde del Partido Judicial, ocupando un dominio geográfico de apretadas dehesas de encinar, alcornoque y monte bajo, sobre el itinerario histórico de Sevilla.
El origen de Barcarrota se pierde en la noche de los tiempos. La abundancia de sus aguas, feracidad de sus tierras y la presencia de no pocos monumentos megalíticos en su término, hacen pensar que debió de ser zona apetecible para los pobladores de los primeros tiempos.
Sin embargo, como núcleo de población estable que ha llegado hasta nuestros días, sólo podemos remontarnos a la Edad Media. De la tiponimia que perdura podemos deducir que es un poblado árabe conquistado por el Reino de León cuyo rey Alfonso XI concede jurisdicción de la Orden de Alcántara.
La antiguísima villa de Salvaleón encuentra su enclave histórico en el asentamiento celta del vecino Monte Porrino, al suroeste de la provincia de Badajoz. Su marco natural presenta un relieve quebrado, cubierto de dehesa, monte bajo y otra vegetación frondosa y húmeda con abundancia de cuevas, lo que hace de este municipio una visita obligada.
Posiblemente algún núcleo romano fue el antecedente de la actual población. Lo que si es cierto es el culto cristiano en época visigoda, como así lo dicta el Templo del siglo VII ubicado en el territorio de la actual Iglesia.
Durante la época musulmana fue abrigo Mozárabe. Según cuenta la “leyenda” en el castillo que se alza sobre un monte cercano y del que apenas quedan restos de la construcción, se refugió Ibn Marwan, fundador de Badajoz. Éste junto al rey asturiano Alfonso III, sorprendió al ejército del Emir de Córdoba en las inmediaciones de la fortaleza de Monsalud, derrotándolo en el año 886. En el 1228 fue reconquistada y repoblada por unidades leonesas. Se vio perturbada por las guerras con Portugal en los siglos XIV y XV. En 1462 la familia Suárez de Figueroa logró el señorío sobre la villa y pasó a formar parte de la Casa de Feria.
Se sitúa en el extremo sudoccidental de la Sierra del Sur, sobre un terreno accidentado y agreste dominado por dehesas de tupidos encinares. Su término es el más extenso de la región tras los de Cáceres, Badajoz y Mérida, habiéndose distinguido tradicionalmente por su abundante cabaña de ganado porcino ibérico, base del inigualable jamón de pata negra, que en este foco encuentra su mejor producción y calidad.
Crónicas del siglo XVIII señalan que, en esa época, en los años malos de bellota se engordaban cuarenta o cincuenta mil cerdos; y en los buenos, el doble.
En el aspecto histórico Jerez de los Caballeros resulta pues, núcleo inseparable también de la Orden de Santiago, bajo cuya influencia consolidó sus mejores realidades y adquirió su condición y personalidad más definitoria. Y en lo monumental, excepción hecha del irrepetible foco emeritense, el conjunto más completo, quizá, de todo el territorio bajo-extremeño.